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Vida de profe: cuando el arte urbano se convierte en puente

  • Foto del escritor: Andres Pedroza Salas
    Andres Pedroza Salas
  • 17 mar
  • 2 Min. de lectura

Soy diseñador gráfico de profesión, pero el mundo corporativo nunca fue lo mío. En medio de esa crisis de haber estudiado algo el cual sentias que no era lo que realmente querías, el arte urbano me encontró. Y cuando entras en ese universo, no solo cambias pinceles por aerosoles y brochas: aprendes a hablar el lenguaje de la calle. Pintar en espacios públicos te obliga a dialogar con lo impredecible: personas curiosas que preguntan por tu trabajo, críticos de arte empíricos que cuestionan tu estilo o alguien con quien compartes un café mientras explicas por qué una pared gris merece ser coloreada. El arte urbano no es solo técnica: es un intercambio constante, una forma de escuchar y ser escuchado.


Todo empezó cuando una amiga me invitó a impartir talleres en una comunidad golpeada por la violencia ( ya saben algo terriblemente normal en colombia) la misión era aparentemente sencilla: ayudar a otros a expresar sus sueños a través del arte. Pero lo que viví allí me cambió para siempre. Historias de pérdida, de resistencia, de vidas que buscan reconstruirse en medio del caos. Recuerdo a una joven que, al dibujar el concepto de “libertad”, trazó un ak47 como ella misma precisó. “Fue lo único que me salvó la vida miestras me volaba de esa vida”, me dijo. En ese momento entendí que el arte no juzga: es un espejo de nuestras heridas, pero también de nuestra capacidad para transformarlas.

taller con comunidad deAguas dulces Uruguay
taller con comunidad deAguas dulces Uruguay

Con los años, convertí los conocimientos que adquirí en la calle en metodologías. Talleres de muralismo, de stencil, de pegatinas, carteles… Comprendí que podía convertir estas técnicas en herramientas para conectar mundos. Viajé, compartí conocimientos en escuelas, fundaciones, alcaldías, proyectos comunitarios y descubrí que el arte urbano no tiene fronteras. Pero el giro más inesperado llegó cuando la



universidad Javeriana Cali me llamó para dictar un taller de arte urbano no solo a artistas si no a toda comunidad universitaria en general. ¿Enseñar a ingenieros, abogados y médicos sobre arte urbano? ¡Claro, por que no! pensé, si la vida es de retos este sería uno nuevo. Empece con este nuevo reto y no solo les enseñé a mezclar colores: les enseñé a ver su ciudad con otros ojos a los asistentes. A sentirla, a cuestionarla. El taller no formo artistas: formo seres humanos mas sensibles con su entorno.

ejercicio de stencil
ejercicio de stencil

Hoy, como docente, sé que un muro pintado no es solo un mural. Es un acto de resistencia, un abrazo a la vulnerabilidad, un espacio donde lo roto puede sanar. El arte urbano me enseñó que las calles no son solo concreto: son el lienzo de las historias que nos definen. Y cuando compartimos estas historias, cuando enseñamos a las personas a mirar con sensibilidad, no solo cambiamos muros: cambiamos la perspectiva de las personas respecto a los espacios que se habitan.


Universidad Javeriana Cali
Universidad Javeriana Cali


La mayor lección que he aprendido es que el arte puede nacer de las manos de quienes se atreven a transformar el dolor en color, las experiencias en imagenes que cobran sentido según los ojos de quienes descubren que un spray, una brocha, un vinilo puede ser tan poderoso como un libro o un bisturí. Porque al final, todos llevamos una historia que merece ser pintada.



 
 
 

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